A 1.000 leguas del PSOE, a 2.000 de Podemos

20.07.2018

Si por izquierda política entendemos la confrontación con los intereses del capital, no cabe sino señalar que encontramos en un escenario en el que la izquierda ha desaparecido de la escena.
Este breve texto trata de señalar, en pinceladas generales, cómo en el PSOE y en Podemos no queda rastro de posiciones anticapitalistas. Es más, este abandono de la izquierda en la política española es paralelo a un mismo proceso que tiene lugar en toda Europa, y que viene ocurriendo al menos desde los años 80 del pasado siglo.

No trataremos aquí, sin embargo, las causas de ese proceso por el que se ha ido produciendo un destiñe de la izquierda europea y española; señalaremos tan sólo la enorme distancia que separa a PSOE y Podemos respecto de las posiciones de izquierdas.

1. De la social-democracia al social-liberalismo
(o por qué el PSOE no representa a las clases populares)

Hace tiempo que los partidos social-democratas europeos abandonaron un análisis socialista de la realidad. No es preciso que nos remontemos al fracaso de la II Internacional (allá por la década de 1910) para mostrar que la social-democracia, lejos de confrontar con los intereses del capital, se ha convertido en un instrumento funcional para las democracias capitalistas.

No obstante, tanto el PSOE como sus partidos homólogos europeos siguen asumiendo que la sociedad actual está articulada en torno al capital y el trabajo (esto es, en torno al modo de producción capitalista), cuyos intereses son contrapuestos, si bien bajo la idea de que patronal y sindicatos, empresarios y trabajadores, plutocracia y masas populares, conviven en una misma sociedad y deben avanzar en la misma dirección.
Es la tercera vía de Tony Blair, según la cual se trata de conciliar los intereses del capital y los de las mayorías sociales.

Política de no confrontación, pues, con la banca, aunque ésta lleve a cabo una especulación comercial enormemente lesiva para las clases populares (verbi gracia en la conversión de las ciudades en un centro turísitico y financiero, y una periferia cada vez más alejada del centro urbano y cada vez más depauperada); no confrontación con la patronal, aunque ésta presione constantemente para que se lleven a cabo bajadas salariales y el empeoramiento de las condiciones de trabajo; no confrontación con los intereses del gran capital transnacional, aunque su acción deprima de manera brutal las condiciones de vida de millones de personas a lo largo y ancho del planeta, y pese a que la obtención de beneficios suponga el estallido de guerras coloniales vinculadas con el saqueo de recursos naturales y con los intereses geopolíticos.

A 1.000 leguas del PSOE, porque la tercera vía asume que capital y trabajo deben cooperar entre sí. Como un banquete al que han sido invitados los lobos y los corderos.

2. La nueva izquierda que no es izquierda
(o la desorientación ideológica)

La nueva izquierda comenzó a cobrar especial relevancia tras la crisis económica de 2008 y las políticas de recorte y ajuste social que la acompañaron. Podemos en España, el Movimiento 5 Estrellas italiano, el Bloco en Portugal, Francia Insumisa de J.-L. Mélenchon, el auge y desplome de Syriza en Grecia, son algunos de los principales ejemplos.
En ellos se aglutina una gran variedad de posiciones políticas e ideológicas, una especie de disparidad caótica, resultando de ello la total ausencia de ideología alguna.

Con sus diferencias, todos ellos comparten, de un lado, haber surgido de posiciones izquierdistas (ya de los partidos social-demócratas, ya de la órbita de los partidos comunistas) pero, de otro lado, defienden un discurso que da por superado el eje izquierda-derecha. Frente al análisis de la sociedad en términos de clases sociales y de contraposición de los intereses del capital con los del mundo del trabajo y demás capas populares, esta nueva izquierda emplea categorías que nada tienen que ver con posiciones anticapitalistas: la casta vs. la gente normal; lo nuevo vs. lo viejo; la regeneración vs. la continuidad; lo cool vs. lo casposo; la gente preparada vs. los colocados a dedo; etcétera. Se trata de categorías que recuerdan a la dialéctica, por cuanto contraponen dos campos mutuamente incompatibles, pero alejadas por completo de un discurso de izquierdas (el discurso de las condiciones materiales de existencia, construido sobre un análisis de la estructura económica), y que tienen más que ver con el mundo de la publicidad que con la toma de una posición política.
Es un discurso en el que, por su forma y su fondo, no queda rastro alguno de ideología anticapitalistas, salvo acaso de manera ocasional y residual, y que se articula sobre la idea de recuperar el tan soñado como inalcanzado estatus de clase media, espejismo según el cual no existen la clase trabajadora (esto es, aquella que vive de su salario) ni la clase capitalista (aquella que se apropia de la riqueza producida socialmente), sino tan sólo una desigual división de las rentas.

En las antípodas de la contraposición capital / trabajo, esta nueva izquierda, que nada tiene de izquierda, no expresa sino las aspiraciones individuales de lograr un lugar acomodado en la sociedad capitalista. Lejos de preguntarse por qué las y los jóvenes no encuentran un empleo mínimamente estable y bien pagado, por qué en los últimos meses hemos presenciado una campaña ideológica de ataque a las pensiones públicas de jubilación (campaña en la que el lema ha sido «las pensiones no son viables»), por qué llevamos años en los que se ha tratado de privatizar los servicios públicos, por qué los salarios han caído hasta un 30% en la última década, por qué, en fin, el capital ha ejecutado una enorme ofensiva en todos los terrenos; por el contrario, todo el discurso de esa nueva izquierda puede resumirse en una única pregunta: qué hay de lo mío.

A 2.000 leguas de Podemos, partido que no hace sino manifestar la desorientación ideológica y política de una ex-izquierda que ya no confronta con los intereses del capital, sino que aspira a acomodarse en ellos.


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