Este
texto responde, fundamentalmente, a dos inquietudes, dos imperiosas
necesidades.
En primer lugar, la necesidad de señalar que en el
amplio (y a veces difuso) ámbito de la izquierda, y particularmente
en el campo comunista, han pervivido fuertes rastros del
machismo/sexismo existente en nuestra sociedad. En ocasiones, ello se
manifiesta en las actitudes puntuales de militantes puntuales, pero
lo más significativo, lo más sintomático,
es que también se manifiesta en los hábitos colectivos y
métodos de organización y trabajo. Unas veces de forma más o
menos velada, otras veces de forma explícita, los marxistas (léase,
fundamentalmente los marxistas varones) no hemos sabido ver y, en
consecuencia, no hemos sabido combatir, los roles sociales de género
que se instalaban en nuestra acción cotidiana.