Combatir el raquitismo ideológico

16.08.2018

(un post escrito desde la ira)

Contra tanta idea cretina.
El cretinismo, por ejemplo, de quienes dicen que no existen las clases sociales. Debe de tratarse de un espejismo el hecho de que los más importantes medios de comunicación sean parte de un conglomerado de intereses empresariales, instituciones bancarias, aparatos de poder económico e ideológico. También debe de tratarse de un espejismo el dato estadístico, real, inaceptable, de que desde la crisis económica de 2008 se ha multiplicado, de una parte, el número de grandes fortunas y, de otra parte, el número de familias pobres.
El marxismo, nos dicen estos cretinos, es una cosa muy antigua. Más antiguo es el saqueo, el sabandijismo, la explotación, la desvergüenza, y sin embargo están plenamente vigentes.
Todos somos clase media, les dirán. O la idiotez de creer que desde la familia Botín o la familia Borbón, hasta el último españolito que se levanta a las 6 a.m. para ganarse un salario de mera supervivencia, todos remamos en el mismo barco. Y no me vengan con aquella soberana estupidez de contraponer la casta vs. la gente honrada, o alguna otra idiotez sobre los jóvenes talentos y los emprendedores y que hay que aprovechar las oportunidades que brindan los tiempos de crisis. No me sean estúpidos.
La cosa es bien sencilla: la acumulación de riqueza se basa, de manera directa o indirecta, legal o ilegal, en el latrocinio. ¿O de dónde creen Uds. que proviene la riqueza de los grandes millonarios, sino de adueñarse de la riqueza que otros han producido?

Y qué decir del cretinismo de toda esa exizquierda, tan incendiaria (de palabra) como incapaz (de hecho) de articular una sola respuesta contra la ofensiva capitalista; tan ocupada en sus propios intereses, como despreocupada por las duras condiciones de vida para tantas familias trabajadoras; tan bienqueda en su pose ante las cámaras de televisión, como descafeinada, descolorida y desubstanciada en su acción política.
Diré, ya que parece necesario explicarlo, que sin duda hay quien me considerara un izquierdista extremista; hay también quien me considera un reformista, social-demócrata de viejo cuño (me permitirán que lo deje ahí y les ahorre todos los improperios políticos que he recibido). Probablemente, me parece, no soy ni una cosa ni la otra. Pero lo cierto es que poco importa qué sea yo. Después de todo, lo que yo haga, diga o piense es poco más que un asunto personal, sólo de mi incumbencia; yo no soy absolutamente nadie. Lo relevante es dónde están, qué andan haciendo, esos que ayer mismo prometían conquistar el cielo (donde dice el cielo cámbiese por La Moncloa), aunque nunca nos dijeran qué iban a hacer con el cielo conquistado; por qué, siendo ellos tan locuaces, hoy no tienen casi nada que decir acerca de prácticamente cualquier tema de calado; por qué andan tan ocupados en la maniobra interna en el seno de su propia formación política, y tan faltos de interés por lo que ocurre en las calles, en los hogares, en los puestos de trabajo; por qué será que cada vez que nombran a Marx, a Lenin, a Fidel, etc., su único propósito parece ser el de hacer de ellos un retrato completamente desdibujado o el de desprestigiarles; y por qué la rara vez que ponen sobre la mesa alguna propuesta política, nunca se salen de los márgenes del keynesianismo de manual.

Ciertamente, me enoja todo este cretinismo político. Me enerva el ver cómo los mapas mentales se desplazan más y más hacia la derecha, mientras la izquierda queda cada vez más en ruinas, cada vez más en desierto. Me saca de mis casillas la permanente difamación impune que sufre el campo comunista: la infamia de los supuestos cientos de millones de muertos de Stalin (fíjense cuán malvado fue Stalin, que ejecutó a más rusos de los que existían en su época), el nausebundo tan asesinos fueron los republicanos como los franquistas (que equipara el genocidio sistemático llevado a cabo por los fascistas con la legítima defensa que realizó la II República), el idiota y torticero los extremos se tocan (con el que se pretende equiparar el régimen criminal de Hitler, o de Pinochet, con aquellos que les combatieron hasta las últimas consecuencias).

El raquitismo ideológico de la izquierda no se combate asumiendo ese mismo raquitismo como si fuera una virtud, ni es posible confrontar con el capital partiendo de la idea (idiota) de que no existe alternativa al capitalismo.
Pero entiéndaseme bien. Este post no es un alegato (no me vengan con esa estupidez) por ver quién es más ortodoxo, más marxista puro, quién está a la izquierda de quién. Se trata de saber que las condiciones de vida de las y los trabajadores no mejorarán por sí solas, sino sólo porque empujemos colectivamente para que así sea; se trata de ser conscientes del desarme ideológico y organizativo en el que se encuentra la izquierda, y de que sin ideología y organización no se ganará ninguna batalla; se trata, en fin, de comprender que el capitalismo funciona sobre la apropiación individual de una riqueza que se produce socialmente, un capitalismo en el que cuanta más riqueza se crea, tanto más desigual resulta el reparto.


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