Una aproximación a Mayo del 68

14.05.2018

Se cumplen 50 años de aquel Mayo de 1968. Un acontecimiento tan mitificado por unos como denostado por otros. Revolución fallida o colorida revuelta irreprimible. Para hacer una aproximación a Mayo del 68, en primer lugar debemos situarnos en el contexto histórico. Hablamos de una década en la que tuvieron lugar, en el marco de la Guerra Fría, varios acontecimientos de gran importancia. En primer lugar, la relativamente reciente Revolución Cubana, de 1959, que inicia un ciclo revolucionario en toda América Latina y en el mundo; en segundo lugar, el proceso de descolonización, que para Francia supuso, pese a la cruenta represión destada, la pérdida de Indochina (la futura Vietnam) y Argelia; el tercer elemento relevante fue el estallido de la Guerra de Vietnam, que desencadenó una fuerte oleada de protestas pacifistas y anti-imperialistas.

1. Entre Abril y Junio del 68

En ese contexto, surgen en París las protestas universitarias. Los estudiantes reclaman mayores libertades, a la vez que los sectores más politizados organizan protestas contra la guerra del Vietnam. Algunas de las vindicaciones que se suceden entre Abril y Junio del 68 son tan genéricas como la pretensión de cambiar la moral y la forma de vida (¡sin cambiar la estructura social!); otras son parciales y segmentarias, como aquella reivindicación, que fue una de las primeras, que reclamaba que las residencias de estudiantes fuesen mixtas, una reivindicación que confrontaba con la moral conservadora de la Francia de la época, pero no, por razones evidentes, con las condiciones estructurales de vida y las relaciones de clase.
A estas protestas de finales de Abril se opone un duro choque; de un lado, con la represión policial, que lleva a cabo varias detenciones entre los estudiantes; de otro lado, con organizaciones universitarias ultraderechistas, que provocan varios altercados. La Universidad es clausurada el 28 de Abril, y sólo la movilización de alumnos y profesores logra reabrir las aulas, pero ahora bajo control de los y las estudiantes, que se organizan en turnos de vigilancia, limpieza e incluso guardería, para mantener la universidad abierta.
El alcance y el nivel político de las protestas siguen en aumento en las fechas sucesivas. Las calles arden cada noche. En la noche del 10 de Mayo son más de ocho cientos los estudiantes heridos en su enfrentamiento contra la policía.

Fotografía tomada durante las protestas que lograron la reapertura de la Universidad. En ella se ve, de derecha a izquierda, a los filósofos Michel Foucault, Jean-Paul Sartre y Gilles Deleuze.

A medida que la tensión aumenta, se suceden huelgas en varias fábricas del país, también se suceden los encierros de trabajadores en sus centros de trabajo para parar la producción durante semanas. Inicialmente, el PCF considera que las reividicaciones surgidas en la universidad son pequeñoburguesas, ajenas a las necesidades de la clase trabajadora francesa (no así los militantes del PCE en el exilio en Francia, que desde el comienzo apoyarán las protestas); sólo posteriormente, a medida que los acontecimientos se precipitan, el PCF secundará las movilizaciones, especialmente las fabriles, y se mostrará favorable a los estudiantes. Durante todo el mes de Mayo continúan las movilizaciones estudiantiles y, en menor medida, obreras. Finalmente la CGT lanza un llamamiento a la Huelga General para el día 13 de Mayo, que será la huelga más importante en la historia (anterior y posterior) de Francia. Con la presión de la huelga, la CGT logrará sustanciales mejoras en las condiciones de trabajo, una mayor representación sindical en las empresas y un aumento salarial del 35% (¡un 35%!), concesiones que la patronal se ve forzada a realizar ante la potente presión social.
No obstante, ninguno de los protagonistas de esta historia (los estudiantes y los intelectuales, la CGT, el PCF, los trabajadores en huelga) advierte que para que se hagan viables las reivindicaciones de mayor calado y las iniciativas más marcadamente anticapitalistas, no basta con la agitación y la lucha por mejoras concretas: es imprescindible la toma del poder político.
Una de las más célebres frases de Mayo del 68 hace referencia a ello: "Desde 1936 he luchado por subidas de sueldo. Antes de mí, mi padre luchó por subidas de sueldo. Ahora tengo una tele, un frigorífico y un Volkswagen. Y, sin embargo, he vivido siempre la vida de un gilipollas. No negociéis con los patrones. Abolidlos". Aunque las protestas tenían un marcado poso anti-capitalista, ninguno de los sectores sociales pudo (o supo) convertir las reivindicaciones, algunas demasiado parciales, otras demasiado genéricas, en una enmienda a la totalidad del sistema capitalista y el modo en el que éste organiza la vida social.

Durante el mes de Mayo, el Presidente De Gaulle parece desbordado por los acontecimientos. Son repetidos los llamamientos a su dimisión. Sin embargo, De Gaulle no dimite; al contrario, anuncia la convocatoria de elecciones en un plazo de 40 días, apostando a que el paso de las semanas calmará la tensión social. Transcurridos los 40 días, y logradas muchas de las reivindicaciones (como las exigencias de mejoras laborales planteadas por la CGT), De Gaulle ganará las elecciones de Junio del 68 con claridad frente a un tímido ascenso del voto al PCF.

2. Una Revolución que no fue formulada

En el Mayo francés tienen cabida elementos muy heterogéneos: por su composición de clase (estudiantes e intelectuales por un lado, obreros fabriles por otro), por los sectores sociales implicados (organizaciones estudiantiles, sindicato obrero, el PCF, etc.), por las corrientes ideológicas de sus protagonistas (maoístas, troskistas, anarquistas, etc.).
Las vindicaciones estudiantiles e intelectuales se convierten en la aspiración de cambiar las formas de vida, sin que esté presente la intención de transformar la estructura social capitalista. Así, "Prohibido prohibir" o "La imaginación al poder" se convierten (quizás) en las más famosas consignas de Mayo del 68, unas consignas dirigidas a llevar a cabo un cambio en lo simbólico, en lo ideológico, en la moral de la sociedad francesa, pero no en la organización política, social y económica de la sociedad (nótese bien que la teoría marxista es muy clara en este aspecto: es la estructura económica la que determina las condiciones ideológicas y morales de una sociedad, nunca a la inversa; por tanto, para que se produzca un cambio en el campo simbólico de una sociedad, tiene que producirse antes un cambio en la estructura social). Pese a la gran cercanía y empatía entre estudiantes y obreros en huelga, no se plantea la toma del poder político por parte de estos sectores.

Mayo del 68 fue, pues, un acontecimiento que no se atrevió a hacerse revolucionario. El paso al socialismo no fue formulado por ninguno de los actores: un mundo intelectual que pretendía cambiar las formas de vida sin cambiar la estructura social; un mundo sindical que, más allá de arrancar sustanciales mejoras laborales a la patronal, fue incapaz de ver en las huelgas una posibilidad para abolir a los patrones y una vía para la toma del poder político por parte de la clase trabajadora; un PFC de vista estrecha que inicialmente no supo leer la importancia de lo que ocurría y que, desbordado por la realidad, lejos de tomar la iniciativa se conducía en función de los acontecimientos (me pregunto si, tras la convocatoria de elecciones realizada por De Gaulle, el PCF podría haber llamado a conformar un frente amplio, un Frente Popular que agrupara a todas las corrientes de izquierda e hiciera de Mayo del 68, no un acontecimiento puntual, sino el punto de partida de un proceso revolucionario más amplio, profundo y duradero).

3. Mayo del 68 desvirtuado

Han transcurrido 50 años desde aquella Revolución no formulada. Cinco décadas que han visto la autoliquidación del Bloque Soviético, la desaparición orgánica y/o ideológica de buena parte de los partidos comunistas de Europa y del mundo, la dominación ideológica, económica y política de un capitalismo que apenas tiene oposición.

En estas condiciones de hegemonía del capital, las lecciones que debiéramos aprender de Mayo del 68 han caído en saco roto. ¿Cómo y por qué surgió la llama de las protestas? ¿Cómo y por qué una tensión creciente durante todo un mes acabó en la victoria electoral de De Gaulle y del campo conservador? ¿Qué se hizo mal? ¿Y qué se hizo bien?
Así, la libertad que reclamaban los estudiantes de Mayo del 68 se ha desvirtuado, a fuerza de adoctrinamiento capitalista; esa libertad hoy es entendida como mera libertad neoliberal: libertad de consumo, pura exaltación de las posesiones materiales. Así también la ideología de clase, que presupone que vivimos en una sociedad capitalista tirana y deshumanizdora que es imprescindible superar, ha devenido en ciudadanismo interclasista, propio de aspirantes a clase media que se conforman con lograr una posición más o menos cómoda en la estructura social. Así también las protestas anti-imperialistas que, en Mayo del 68 eran un clamor popular contra la guerra de Vietnam, hoy se han transformado en una voz deformada, eco que repite el mensaje lanzado por los medios de comunicación, reclamando la invasión militar de los países no alineados con el imperio, como fueron hace pocos años Afganistán o Libia, como son hoy Siria o Venezuela.

A su vez, de los errores teóricos que tuvieron lugar en Mayo del 68 poco hemos aprendido. La idea equivocada de que se pueden cambiar las formas de vida y los esquemas ideológicos sin cambiar la estructura social (esto es, la estructura de clase) es hoy, si cabe, más popular y extendida que en Mayo del 68. Más aún, vivimos un tiempo en el que se fortalece la tendencia a buscar un pequeño oasis en el que refugiarnos del capitalismo y sus crisis; ya en forma de nacionalismos y regionalismos que no pretenden modificar la organización social sino tan sólo los circuitos clientelares del poder político (¡pero sin alterar el poder económico!); ya en forma de minúsculos colectivos basados en la auto-organización que, como el jardín de Epicuro, dan consuelo y confortación a sus integrantes frente a los avatares de la vida y el solitario aislamiento que conlleva la vida metropolitana, pero sin que haya en ellos una vocación de transformación social.
En cierto modo, podemos hablar de la reaparición del socialismo utópico que, incapaz de entender la estructura social y renuente a hablar del capitalismo como la estructura social dominante, busca paliar algunos de los daños que causa el capitalismo pero sin confrontar con éste realmente.


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