XX Congreso del PCE: la crónica de una liquidación anunciada
Han transcurrido ya varios años desde que el PCE abandonó de facto la estrategia denominada ASDA (alternativa social, democrática y anticapitalista a la crisis), que consistía en un proceso de acumulación de fuerzas, en torno a un programa político de confrontación con las políticas neoliberales y "austericidas". Fue precisamente en el momento de mayor avance de esa ASDA, tras las Marchas de la Dignidad del 22M que en 2014 llenaron las calles de Madrid con cientos de miles de manifestantes y el apoyo de decenas de organizaciones políticas y sindicales, cuando los acontecimientos cambiaron dramáticamente su rumbo.
Hoy, nada queda de aquellas movilizaciones unitarias contra las políticas de recortes sociales, bajadas de salarios, privatización de los servicios públicos, (contra)reformas de los derechos laborales y políticos. Nada queda de la confrontación de las fuerzas del trabajo contra las fuerzas del capital.
El PCE a la deriva
Fue en 2014 que el PCE abandonó por la vía de los hechos la política que había aprobado, aquella ASDA de acumulación de fuerzas y confrontación con las políticas de la Troika, para lanzarse a una carrera electoralista contrarreloj hacia las elecciones generales de 2015 (posteriormente repetidas en junio de 2016), una carrera en la que afloraron toda suerte de oportunismos, figuras arribistas y egolatrías.
El tacticismo, la desorientación
ideológica, la falta de claridad en las ideas, se fueron imponiendo
rápidamente durante aquellos meses. La Izquierda Unida dirigida
entonces por Cayo Lara pasó de ser el referente electoral para el
PCE, para convertirse en una rémora en aquella carrera
electoralista, en la que el gesto, la pose, el discurso
grandilocuente (y carente de trasfondo), importaban más que la
acción política y la posición ideológica firme.
La izquierda
fue transformándose, a fuerza de renuncias ideológicas y pasos
atrás, en exizquierda; el ideario comunista, el método de análisis
marxista, se convirtieron en mera retórica hueca, detrás de los que
ocultar la entrega ideológica y política que se estaba llevando a
cabo.
En el PCE se impuso, aún con
resistencias internas, la idea de que IU y lo que IU representaba
debían ser desechadas ("Izquierda Unida está superada",
decían numerosos dirigentes tanto de IU como del PCE), por mor a
alianzas electorales, a veces con un entreguismo inaudito, con la
nueva fuerza política surgida de los platós de televisión,
Podemos, partido fundado aquel mismo año 2014, ese mismo Podemos,
recordémoslo, que renegaba de la izquierda afirmando que ésta debía "cocerse en su salsa
de banderas rojas".
No se trataba de la enésima pugna interna en
el PCE e IU; se trataba de la liquidación de IU, por absorción en
Podemos, y el completo aislamiento político del PCE y su
reconversión en mero aparato de presión en aquellas alianzas
electorales que serían realizadas durante 2015.
El resultado fue la mayor táctica de tierra quemada jamás vista en la larga historia del PCE: el incendio de varias federaciones llevado a cabo desde la dirección federal del PCE, la expulsión de numerosos cuadros, el debilitamiento orgánico hasta llegar a un músculo militante raquítico y reducido a su mínima expresión, la dinamitación de puentes en el seno de IU, etc.
Un Congreso en dos fases
El XX Congreso del PCE se convocó en
el contexto de una IU disolviéndose de facto en Podemos y un PCE
irrelevante que había abandonado la posición política clara en
favor de los tacticimos que a cada momento iban conveniendo.
Para
mayor anomalía, aquel XX Congreso se convocaría en dos fases: una
para abordar el debate político y otra (¿?) para decidir el modelo
organizativo y la elección de la nueva dirección. Nótese la falta
de sentido que tiene esto, pues el debate de las cuestiones políticas
es indisoluble de la forma organizativa para llevarlas a cabo, como
indisoluble es la decisión de la línea política central de qué
dirigentes se pondrán al frente para hacerse cargo de su desarrollo.
En efecto, la división del Congreso en dos fases nada tenía que ver con las tareas políticas o con una cuestión metodológica. No había ninguna necesidad de llevar a cabo el Congreso de esta manera, a no ser la necesidad de poder realizar la maniobra interna que evitara una respuesta organizada frente a la disolución de IU y la política tacticista que había llevado al PCE a la irrelevancia.
En esta situación, como era de
esperar, las tesis políticas no importaban nada. En esta primera
fase congresual (realizada a comienzos de 2016) no sólo no se hizo
un análisis de la situación política, que desembocaría en la
victoria electoral del PP en las elecciones generales de junio, sino
que ni tan siquiera se llevaría a debate la política de alianzas
que estaba haciendo de Podemos el referente electoral para el
PCE.
Sobre todas las demás tesis políticas, el debate sería un
debate de coyuntura en el que aparecieron pocas cuestiones de calado,
y más de forma testimonial que como verdaderas apuestas políticas.
Se aprobó, por ejemplo, que el PCE defenderá la salida del euro,
aunque ni se dijo cómo se realizará esa salida, ni se planteó en
qué horizonte o bajo qué dificultades se coloca esta apuesta.
La segunda fase
La segunda fase del XX Congreso, realizada los pasados días 1 y 2 de diciembre de 2017, tendría lugar en una situación de mucha mayor pacificación interna. Resuelta la primera fase sin problemas para la dirección saliente, y orillada la militancia que se mantiene crítica con la política que viene desarrollándose, la confrontación se convertiría en abstencionismo.
Fueron 450 las y los delegados elegidos
para decidir la apuesta política del PCE. De ellos, no asistieron al
Congreso, esto es, no se acreditaron, 78.
Tres fueron las
votaciones más representativas del estado en el que se encuentra el
PCE.
Votación del informe de gestión de la dirección saliente, es decir, la votación en la que se valora el papel realizado por la dirección del Partido en los últimos años:
Votos a favor - 149
Votos en contra - 98
Abstenciones - 74
Votos no emitidos (sobre el total de delegados) - 129
Nótense dos detalles en estos datos. Por un lado, entre los votos emitidos, los votos a favor de la gestión realizada no alcanzan la mayoría absoluta; o, dicho de otro modo, la suma de abstenciones y votos en contra supera a los votos a favor. Por otro lado, los delegados que no emitieron voto alguno representan casi un 30% del total.
Votación de la única candidatura presentada en el Congreso, encabezada por José Luis Centella:
Votos a favor - 295
Votos en blanco / nulos - 63
Votos no emitidos (sobre el total de delegados) - 92
En este caso, el número de votos no emitidos representa un 20% del total de delegados y delegadas; a su vez, sobre los votos emitidos, otro 20% tomó posición en contra de la única lista presentada.
La última de esas tres votaciones
representativas fue aquella por la cual se aprobó formalmente la
recuperación del marxismo-leninismo para el PCE. Paradójica
votación, no obstante, en un PCE que abandona de facto el marxismo
(ni mantiene una lógica materialista en su discurso, ni realiza
análisis de la realidad en términos de clase, ni lleva a cabo
acción política alguna), para supuestamente pasar a ser
leninista.
De nuevo, como ya ocurrió en la primera fase del XX
Congreso, el debate político, de un bajísimo nivel político, no
fue más que el atrezzo para mantener la apariencia de normalidad en
un PCE que se descompone día a día.
Escenario italiano
Disuelta de facto Izquierda Unida en
Podemos, y el PCE desaparecido del mapa político, la única realidad
palpable es que, tras 10 años desde el estallido de la crisis
económica internacional, en los que se han aplicado medidas
regresivas en todos los ámbitos (derechos laborales, salarios y
condiciones de trabajo, recortes en derechos sociales y libertades,
etc.), nos enfrentamos a un escenario italiano,
donde la izquierda ha desaparecido por autoliquidación (entendiendo
por izquierda la confrontación política y social con el
capitalismo), y quedando únicamente en el arco parlamentario los
partidos que consideran inamovible el sistema capitalista.
Escenario
sin izquierda; escenario, pues, de hegemonía de la derecha, desde el
polo neoliberal hasta el sector más reaccionario del polo
neoconservador, que permitirá que, quizás por décadas, el capital
imponga sin freno alguno las políticas que le sean convenientes.
Sobre el horizonte, a medio plazo, ya planean tres nuevas (contra)reformas que llevarse a cabo, ante la falta de oposición política y las mínimas resistencias ideológicas existentes: una nueva reforma laboral, que haga del empleo temporal y de más bajadas salariales la base del "mercado de trabajo", para mayor beneficio de la patronal; la reforma de las pensiones, ya insinuada de diferentes formas, que convierta los fondos de pensiones privados en la única forma de cobrar una jubilación digna, dejando las pensiones públicas en una forma subsidiaria y residual; la privatización de los servicios públicos, pospuesta (pero no cancelada) ante las movilizaciones sociales que se llevaron a cabo hasta 2014.
Recomponer la izquierda, reconstruir y unificar el campo comunista, habrán de ser las tareas de los duros años que tenemos por delante.
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