XX Congreso del PCE: la crónica de una liquidación anunciada

07.12.2017

Han transcurrido ya varios años desde que el PCE abandonó de facto la estrategia denominada ASDA (alternativa social, democrática y anticapitalista a la crisis), que consistía en un proceso de acumulación de fuerzas, en torno a un programa político de confrontación con las políticas neoliberales y "austericidas". Fue precisamente en el momento de mayor avance de esa ASDA, tras las Marchas de la Dignidad del 22M que en 2014 llenaron las calles de Madrid con cientos de miles de manifestantes y el apoyo de decenas de organizaciones políticas y sindicales, cuando los acontecimientos cambiaron dramáticamente su rumbo.

Hoy, nada queda de aquellas movilizaciones unitarias contra las políticas de recortes sociales, bajadas de salarios, privatización de los servicios públicos, (contra)reformas de los derechos laborales y políticos. Nada queda de la confrontación de las fuerzas del trabajo contra las fuerzas del capital.

El PCE a la deriva

Fue en 2014 que el PCE abandonó por la vía de los hechos la política que había aprobado, aquella ASDA de acumulación de fuerzas y confrontación con las políticas de la Troika, para lanzarse a una carrera electoralista contrarreloj hacia las elecciones generales de 2015 (posteriormente repetidas en junio de 2016), una carrera en la que afloraron toda suerte de oportunismos, figuras arribistas y egolatrías.

El tacticismo, la desorientación ideológica, la falta de claridad en las ideas, se fueron imponiendo rápidamente durante aquellos meses. La Izquierda Unida dirigida entonces por Cayo Lara pasó de ser el referente electoral para el PCE, para convertirse en una rémora en aquella carrera electoralista, en la que el gesto, la pose, el discurso grandilocuente (y carente de trasfondo), importaban más que la acción política y la posición ideológica firme.
La izquierda fue transformándose, a fuerza de renuncias ideológicas y pasos atrás, en exizquierda; el ideario comunista, el método de análisis marxista, se convirtieron en mera retórica hueca, detrás de los que ocultar la entrega ideológica y política que se estaba llevando a cabo.

En el PCE se impuso, aún con resistencias internas, la idea de que IU y lo que IU representaba debían ser desechadas ("Izquierda Unida está superada", decían numerosos dirigentes tanto de IU como del PCE), por mor a alianzas electorales, a veces con un entreguismo inaudito, con la nueva fuerza política surgida de los platós de televisión, Podemos, partido fundado aquel mismo año 2014, ese mismo Podemos, recordémoslo, que renegaba de la izquierda afirmando que ésta debía "cocerse en su salsa de banderas rojas".
No se trataba de la enésima pugna interna en el PCE e IU; se trataba de la liquidación de IU, por absorción en Podemos, y el completo aislamiento político del PCE y su reconversión en mero aparato de presión en aquellas alianzas electorales que serían realizadas durante 2015.

El resultado fue la mayor táctica de tierra quemada jamás vista en la larga historia del PCE: el incendio de varias federaciones llevado a cabo desde la dirección federal del PCE, la expulsión de numerosos cuadros, el debilitamiento orgánico hasta llegar a un músculo militante raquítico y reducido a su mínima expresión, la dinamitación de puentes en el seno de IU, etc.

Un Congreso en dos fases

El XX Congreso del PCE se convocó en el contexto de una IU disolviéndose de facto en Podemos y un PCE irrelevante que había abandonado la posición política clara en favor de los tacticimos que a cada momento iban conveniendo.
Para mayor anomalía, aquel XX Congreso se convocaría en dos fases: una para abordar el debate político y otra (¿?) para decidir el modelo organizativo y la elección de la nueva dirección. Nótese la falta de sentido que tiene esto, pues el debate de las cuestiones políticas es indisoluble de la forma organizativa para llevarlas a cabo, como indisoluble es la decisión de la línea política central de qué dirigentes se pondrán al frente para hacerse cargo de su desarrollo.

En efecto, la división del Congreso en dos fases nada tenía que ver con las tareas políticas o con una cuestión metodológica. No había ninguna necesidad de llevar a cabo el Congreso de esta manera, a no ser la necesidad de poder realizar la maniobra interna que evitara una respuesta organizada frente a la disolución de IU y la política tacticista que había llevado al PCE a la irrelevancia.

En esta situación, como era de esperar, las tesis políticas no importaban nada. En esta primera fase congresual (realizada a comienzos de 2016) no sólo no se hizo un análisis de la situación política, que desembocaría en la victoria electoral del PP en las elecciones generales de junio, sino que ni tan siquiera se llevaría a debate la política de alianzas que estaba haciendo de Podemos el referente electoral para el PCE.
Sobre todas las demás tesis políticas, el debate sería un debate de coyuntura en el que aparecieron pocas cuestiones de calado, y más de forma testimonial que como verdaderas apuestas políticas. Se aprobó, por ejemplo, que el PCE defenderá la salida del euro, aunque ni se dijo cómo se realizará esa salida, ni se planteó en qué horizonte o bajo qué dificultades se coloca esta apuesta.

La segunda fase

La segunda fase del XX Congreso, realizada los pasados días 1 y 2 de diciembre de 2017, tendría lugar en una situación de mucha mayor pacificación interna. Resuelta la primera fase sin problemas para la dirección saliente, y orillada la militancia que se mantiene crítica con la política que viene desarrollándose, la confrontación se convertiría en abstencionismo.

Fueron 450 las y los delegados elegidos para decidir la apuesta política del PCE. De ellos, no asistieron al Congreso, esto es, no se acreditaron, 78.
Tres fueron las votaciones más representativas del estado en el que se encuentra el PCE.

Votación del informe de gestión de la dirección saliente, es decir, la votación en la que se valora el papel realizado por la dirección del Partido en los últimos años:

Votos a favor - 149

Votos en contra - 98

Abstenciones - 74

Votos no emitidos (sobre el total de delegados) - 129

Nótense dos detalles en estos datos. Por un lado, entre los votos emitidos, los votos a favor de la gestión realizada no alcanzan la mayoría absoluta; o, dicho de otro modo, la suma de abstenciones y votos en contra supera a los votos a favor. Por otro lado, los delegados que no emitieron voto alguno representan casi un 30% del total.

Votación de la única candidatura presentada en el Congreso, encabezada por José Luis Centella:

Votos a favor - 295

Votos en blanco / nulos - 63

Votos no emitidos (sobre el total de delegados) - 92

En este caso, el número de votos no emitidos representa un 20% del total de delegados y delegadas; a su vez, sobre los votos emitidos, otro 20% tomó posición en contra de la única lista presentada.

La última de esas tres votaciones representativas fue aquella por la cual se aprobó formalmente la recuperación del marxismo-leninismo para el PCE. Paradójica votación, no obstante, en un PCE que abandona de facto el marxismo (ni mantiene una lógica materialista en su discurso, ni realiza análisis de la realidad en términos de clase, ni lleva a cabo acción política alguna), para supuestamente pasar a ser leninista.
De nuevo, como ya ocurrió en la primera fase del XX Congreso, el debate político, de un bajísimo nivel político, no fue más que el atrezzo para mantener la apariencia de normalidad en un PCE que se descompone día a día.

Escenario italiano

Disuelta de facto Izquierda Unida en Podemos, y el PCE desaparecido del mapa político, la única realidad palpable es que, tras 10 años desde el estallido de la crisis económica internacional, en los que se han aplicado medidas regresivas en todos los ámbitos (derechos laborales, salarios y condiciones de trabajo, recortes en derechos sociales y libertades, etc.), nos enfrentamos a un escenario italiano, donde la izquierda ha desaparecido por autoliquidación (entendiendo por izquierda la confrontación política y social con el capitalismo), y quedando únicamente en el arco parlamentario los partidos que consideran inamovible el sistema capitalista.
Escenario sin izquierda; escenario, pues, de hegemonía de la derecha, desde el polo neoliberal hasta el sector más reaccionario del polo neoconservador, que permitirá que, quizás por décadas, el capital imponga sin freno alguno las políticas que le sean convenientes.

Sobre el horizonte, a medio plazo, ya planean tres nuevas (contra)reformas que llevarse a cabo, ante la falta de oposición política y las mínimas resistencias ideológicas existentes: una nueva reforma laboral, que haga del empleo temporal y de más bajadas salariales la base del "mercado de trabajo", para mayor beneficio de la patronal; la reforma de las pensiones, ya insinuada de diferentes formas, que convierta los fondos de pensiones privados en la única forma de cobrar una jubilación digna, dejando las pensiones públicas en una forma subsidiaria y residual; la privatización de los servicios públicos, pospuesta (pero no cancelada) ante las movilizaciones sociales que se llevaron a cabo hasta 2014.

Recomponer la izquierda, reconstruir y unificar el campo comunista, habrán de ser las tareas de los duros años que tenemos por delante.


Ver otras entradas de la colección El mundo va a cambiar de base

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar