Cartas a Lili (I)

22.11.2017

Querida Lili:

Vuelvo acá. Vuelvo a la escritura.
Vuelvo a ese yo disparatado que habla solo, fingiendo que alguien escucha. Vuelvo al manicomio de mi encéfalo, donde nunca está claro cuál de tantos yoes es el que toma la palabra. Vuelvo a esta soledad como de desierto, como de caparazón de tortuga, esta soledad tan frondosamente poblada de libros leídos, pensamientos vagabundos, visiones (o quizás tan sólo espejismos), personajes ficticios y otros seres extraños.

Te enviaré, Lili, algunos de los materiales en los que estoy trabajando, fragmentos de textos, anticipos de algunas de las ideas en las que vengo pensando. Siempre me gustó que leyeras mis manuscritos, aunque nunca se te ocurriera nada que decir sobre ellos. Eran sólo poemas, papeles irrelevantes, pensamientos fugaces que tal vez sólo resultaban útiles para mí. Nada demasiado importante, ya lo sé. Pero me gustaba que los leyeras.

Ahora vuelvo a la escritura. En estos años, aunque fuese de tarde en tarde, he procurado no perder la constumbre de anotar, para mí mismo, los pensamientos que me sobrevenían. He escrito, a ratos sueltos, en los vagones del metro, en las infrecuentes tardes en las que la actividad política no me tenía ocupado, en el descanso matutino del trabajo (cuando he tenido trabajo, y cuando he tenido descanso matutino). Sabrás que aquel poemario que tanto tiempo me llevó el terminar sigue sin encontrar editor. No es que me importe. Después de todo, ya lo sabes, no escribo para nadie, ni mucho menos escribo buscando el aplauso o, siquiera, un gesto de conformidad. Nunca he creído que tuviese nada que contarle a nadie, ninguna verdad, ni grande ni pequeña, que decir. Y aunque ya no soy el mismo que era entonces, sigo pensando, incluso con más fuerza, que la escritura no es en absoluto una forma de expresión personal que nazca de la subjetividad individual del escritor sino, más bien, un mecanismo de defensa colectiva contra tanta derrota, un arma con la que hacer frente a toda la violencia que el sistema ejecuta permanentemente. La violencia de un mundo que lo supedita todo, la vida e incluso la muerte, a los beneficios de los mercados financieros; la violencia de la apisonadora de la economía política y el desarrollo tecnológico; la violencia de los salarios de supervivencia; la violencia blanca, incruenta, de los medios de comunicación y las operaciones de lobotomía de masas; la violencia de los roles sociales de género; la violencia de la sociedad de consumo y la violencia de las aspiraciones mediocres y de clase media que nos son inoculadas; la violencia, en fin, unilateral que ejerce el capital contra todos nosotros.

Por eso, Lili, vuelvo acá, a la escritura.
Vuelvo para que los quehaceres diarios no me impidan ver el bosque. Vuelvo para dedicarme tiempo. Vuelvo para no quedar preso de la ideología hegemónica, que se impone con el peso de una inamovible losa. Vuelvo por sacudirme el polvo y la ceguera. Vuelvo para tratar de reconquistar el habla, mi habla, en tiempos de las mordazas colectivas.

Vuelvo acá. Vuelvo a la escritura.


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