Cartas a Lili (V)

02.09.2018

Querida Lili:

A veces las cosas ocurren de la manera más inesperada, ¿no es así?
Esta noche he soñado contigo, y ha sido un sueño bonito
y triste
y extraño.

Era como volver a la época en la que nos conocimos, cuando teníamos 20 años. Y aunque en el sueño todo era igual, también era todo distinto. Soñar contigo me ha hecho recordar muchas cosas de aquel tiempo. Nuestros encuentros fortuitos en los pasillos de la facultad; las mañanas, antes de las clases, en las que coincidíamos en la cafetería; nuestras visitas al Mémoires du cinéma con Lana y Armand. Cada vez que estaba contigo había como mariposas de colores flotando en el aire, como una luz especial que lo inundaba todo. Sé que también tú podías sentirlo de algún modo. Quizás recuerdes aquella mañana, en la que me viste en la librería Visor. Supongo que yo estaba hojeando algún poemario, probablemente de Benedetti o tal vez de Oliverio Girondo. Tú te acercaste, sonriendo. Tenía mono de verte, me dijiste. Pero yo no supe qué responderte, porque nunca antes me habían dicho algo parecido. Siempre tenías la capacidad de dejarme descolocado, desarmado, tan sólo con tus palabras. Eso era algo que me fascinaba de ti.
Lástima que, por entonces, yo fuese un idiota, más idiota aún de lo que lo soy ahora. Quizás por eso nunca llegó a ocurrir nada entre tú y yo. Quizás, también, porque tú preferías tener conmigo un amor naïf, como un niño que nunca juega con su canica favorita por miedo a que pierda su brillo. Qué sé yo.

Y en mi sueño de esta noche volvía a haber esa especie de juego de colores en el aire, esa sensación como de magia con el solo roce de tu mano. Pero en el sueño me decías que no, que entre tú y yo no podría ocurrir nada.
Si trato de darle algún significado a mi sueño, supongo que querría poder amar de nuevo como te amaba a ti con 20 años. Y supongo también que sé que eso no puede ocurrir. Vienen a mi cabeza aquellos versos de Leonard Cohen, I'm crazy for love / but I'm not coming on / I'm just paying my rent everyday / in the Tower of Song. No te negaré que sigo teniendo nostalgia de ti, nostalgia de nosotros, nostalgia de aquel tiempo maravilloso en el que todo era un aprendizaje y una experimentación.
Me pregunto qué pensarían aquellos dos jóvenes que fuimos acerca de en qué nos hemos convertido. Si somos dignos continuadores de sus juegos, de sus aspiraciones, de sus preguntas sin respuesta y de sus respuestas sin pregunta; o si, más bien, no nos habremos convertido en dos versiones estropeadas de aquello que podríamos haber llegado a ser. Creo que es difícil lograr hacer algo que valga la pena en una sociedad de aspirantes a clase media, en la que todo se supedita a obtener algún beneficio y en la que todos somos medidos en función de las posesiones materiales que logramos acumular. Y quizás por eso éramos tan especiales, tú y yo, cuando teníamos 20 años. Porque nos negábamos a aceptar el infame imperativo social de búsqueda del falso éxito y la falsa riqueza. Una estudiante de filología y un estudiante de filosofía, no precisamente candidatos a depredadores de Wall Street.

Ya ves, querida Lili, el debate idiota que mantengo conmigo mismo. Y verás también que tan sólo se trata de pensamientos vagabundos, cuadernos improvisados que voy construyendo sin seguir plan alguno. Nada que tenga gran importancia. Y así es como te escribo. Tal vez sólamente un pretexto para hablarte y mantener, así, un puente tendido hacia ti, por encima de la distancia y la ausencia; tal vez también, lo admito, por verbalizar estos pensamientos que me pueblan y con los que necesitaba sincerarme.
Después de todo, y al contrario de lo que se suele creer, la vida no deja de ser un interminable aprendizaje. Poco a poco uno va aprendiendo a amar, a pensar, a respirar. Uno va aprendiendo a habérselas con las cosas y a habérselas consigo mismo. Nada que ver con la idea de que uno se forma de una vez y para siempre, nada que ver con la idea de que el aprendizaje termina con la llegada de la vida adulta y la asunción de responsabilidades. Nada que ver, en fin, con la idea pútrida, capitalista, instrumental, de que todo lo que uno aprende tiene que servir a un fin económico.

Quizás te parezca gracioso. En los últimos meses he vuelto al Mémoires du cinéma. Están pasando un ciclo de cine fantástico y de terror. Nosferatu de Murnau (fotogramas tintados en amarillo, rosa y azul). La bella y la bestia de Cocteau. La última ha sido aquella adaptación del Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de 1931, El hombre y el monstruo (enésima aparición de la tocata y fuga en D minor de J. S. Bach).
Y el Mémoires está igual que siempre. La misma sala de paredes negras; las mismas butacas gastadas, muchas de ellas vacías en la mayoría de proyecciones; incluso en la ventanilla para la compra de las entradas está el mismo taquillero, sólo que algo más viejo. Pero junto a mi asiento siempre hay un asiento vacío. Tú no estás, ni tu mano toma mi mano en la oscuridad de la sala. Tampoco están Lana y Armand. Ya ves, es como en mi sueño. Todo está igual pero todo es distinto.

Las cosas, querida Lili, a veces oscurren de la forma más inesperada. En ocasiones, un sueño puede remover muchas cosas dentro de uno.

Tuyo, Ýan.


Anterior Carta a Lili / Siguiente Carta a Lili

Ver otras entradas de la colección Dos series: Insomne y Cartas a Lili

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar